El ingeniero de software británico Dave Williams, que trabaja para Mozilla, tiene un microchip incrustado en la mano, un circuito electrónico en forma de píldora que funciona con tecnología inalámbrica.

BBC Mundo realizó una entrevista a este personaje. “Tengo muy mala memoria”, le dijo a BBC. Por eso decidió implantarse ese pequeño dispositivo que le permite no entrar en pánico si se olvida las llaves de casa.

Es el mismo tipo de chips que se están poniendo de moda en Suecia y en otros países occidentales como Alemania, Australia y Nueva Zelanda, en donde se han llevado a cabo varias iniciativas para promover esta tecnología futurista.

Según BBC la atención se centra en Suecia, ya que miles de personas en la nación nórdica -unas 3,000, según un informe de AFP de mayo de este año- ya se incrustaron microchips. Aunque es probable que la cifra sea incluso mayor.

“Cada vez más personas en Suecia se implantan chips RFID en la mano y los usan para desbloquear puertas, ‘llevar’ boletos de tren e incluso hacer pagos”, menciona Ben Libberton, un doctor en microbiología que trabaja en el laboratorio MAX IV de Lund, en el sur de Suecia.

¿Cómo funciona este sistema?

Un RFID, al contrario que un código de barras, permite acceder de manera remota a la información que contiene. Se usa en etiquetas antirrobo, en estaciones de esquí y también en los “chips de identificación” para animales domésticos.

También están implantados en la mayoría de los teléfonos inteligentes y tarjetas sin contacto, así como en pasaportes electrónicos.

Pero en los últimos años, su uso en humanos cobró especial relevancia. Suecia lidera la tendencia.

El tema comenzó a protagonizar titulares en 2015 cuando Epicenter, una empresa de alta tecnología con base en Estocolmo, causó cierta polémica al anunciar que iba a implantar chips a sus trabajadores.

Con un giro de muñeca, los empleados podrían acceder al edificio, usar fotocopiadora o pagar un café.

“El mayor beneficio es la convivencia”, declaró el cofundador y director de la compañía, Patrick Mesterton, en 2017. “Permite reemplazar muchas cosas, como la tarjeta de crédito o las llaves”.

Los chips permiten realizar pagos contactless (sin contacto), una práctica especialmente promovida en Suecia donde apenas el 1% del valor de todas las transacciones realizadas en 2016 se hizo con efectivo. Algunas de esas transacciones se hacen a bordo de trenes.

Sin embargo, no todos están a favor de los microchips o tienen una visión tan optimista.

Pero el microbiólogo advierte que le preocupa cómo los chips pueden vulnerar la privacidad y seguridad de quienes los usan.

“A medida que estos chips se integran en más servicios digitales, revelarán más datos si se ven comprometidos. Es un punto débil en lo que respecta a la seguridad”, explica.

Y deja una pregunta en el aire: “Los riesgos serán aún mayores cuando se empiecen a incorporar datos biológicos a los chips. Si una empresa sabe más que tú sobre tu propia salud, ¿cuáles son las implicaciones éticas y quién decide las normas?”, concluye.

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